“Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre; pues en verdad el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre.” (I Co. 11:8-9)
Me acuerdo que antes de casarme me topé con este versículo que realmente impacto mi manera de ver mi vida y la de mi futuro matrimonio. Yo le llevo 10 meses a mi esposo, nací primero que él. Pero, ya Dios tenia planes con nosotros mucho antes de nuestra concepción. Dios me pensó para Abel. Diseño mi familia, mi nacimiento, mis circunstancias, mi carácter, mi conversión para ponerlas a disposición de quien iba a ser mi esposo. No hay casualidades, Dios me hizo así y permitió tantas cosas durante tantos años, moldeándome para Abel.
Dios no cambia. Su plan original sigue siendo el mismo que al principio. Todos mis talentos son para que cumpla la voluntad de Dios siendo ayuda adecuada para mi esposo. El ser ayuda idónea no significa que soy inferior a mi líder. Ahora mismo soy coordinadora de un área en el colegio. Eso no significa que todos los profesores trabajan para mi. Mi trabajo es dirigirlos a que hagan su trabajo mejor, con excelencia, y así mi trabajo sale bien. De eso se trata, al cumplir mi rol como ayuda idónea con excelencia, agrado a Dios al hacerlo bien y mi esposo es beneficiado también. Tal como dice la Biblia, la mujer es gloria del varón. Que privilegio!
Fuimos hechos el uno para el otro. Yo para ayudarlo, el para liderarme. Debemos consolarnos y bendecirnos mutuamente, no soy su esclava ni él es mi dictador. En el mundo lo ven así, pero su autoridad y mi sometimiento son para ayuda y provecho mutuo. Debo cuidar constantemente mi naturaleza caída de querer equipararme con él e írmele por encima, ni en mi casa ni en público. Mi vida le pertenece a Dios y a mi esposo. Ayúdame Dios a ser la ayuda idónea de mi esposo, que pueda reforzarlo constantemente, haciéndolo más eficiente y productivo en todo lo que él decida hacer.
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