“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gal. 5: 22-23)
El fruto del Espíritu, o la naturaleza renovada, deben ser manifiestos en mi para mi propia felicidad y para ser agradable a los demás. El fruto del Espíritu es una evidencia de que estoy caminando con Cristo, y me dejo guiar por su Espíritu. Debo desear todas esas cosas, cultivarlas y perseguirlas.
Mi deseo debe ser que mis actitudes piadosas hablen y muestren a todos que le pertenezco a Dios y que El me ha sellado con el poder de su Espíritu para vivir una vida que lo honre y le agrade. El fruto son nueve características o actitudes que están conectadas entre ellas, y que la encontramos a lo largo de todo el Nuevo Testamento.
Uno de ellos es la paz. Es una sanidad y un bienestar que uno siente en todos los aspectos de la vida. Cuando tienes paz te sientes relajada y confiada de que todo marcha bien, aun cuando estamos en medio de situaciones difíciles. Si decimos que somos hijas de Dios debemos reflejar esa paz que Dios ya ha depositado en nosotras. Los que vengan a nosotros, angustiados y con temores, debemos confortarlos y apacentarlos. Una mujer llena del Espíritu no se asocia con tensión, estrés, nerviosismo, angustia o amargura.
Es una calma interior que viene producto de la confianza total en Dios y en Cristo, mi Salvador. Es un estado que no tiene que ver con las circunstancias del momento, o que están a nuestro alrededor. Es un saber, entender, y sentir que Dios está en control.
A través de la Biblia Dios nos habla de la paz. Desde las naciones hasta los individuos, deben procura la paz. Debemos estar en paz entre las personas, con la Iglesia, en nuestras relaciones cotidianas, dentro de nosotros mismos y con Dios. Debo entender que la fuente de esa paz no es mi esposo, no es mi trabajo, mi seguridad económica, lo bien que me pueda estar yendo, o lo mucho que disfruto mis amistades; mi fuente de paz es Dios, es un don divino que El me llene de Su paz y quietud. Y si no la tenemos, debemos pedirla en oración depositar nuestras cargas en El. Cristo ha logrado reconciliarnos con Dios y devolvernos esa paz, de que nuestra Salvación está segura.
En este mundo que va tan rápido, demandante y estresante Dios nos recuerda que si andamos con El, si Su Espíritu mora en nostras, debemos andar en paz, procurarla, perseguirla y vivirla. Que durante estos últimos días del ano podamos sentir su paz, de que EL tiene el control de año venidero y que estemos quietas porque El es Dios.
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