“Aclamad con júbilo al SEÑOR, toda la tierra.
Servid al SEÑOR con alegría; venid ante El con cánticos de júbilo.
Sabed que El, el SEÑOR, es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos y ovejas de su prado.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, y a sus atrios con alabanza. Dadle gracias, bendecid su nombre.
Porque el SEÑOR es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones.” (Salmo 100)
Un día como hoy es bueno tomar un momento para alabar al Señor y darle gracias por todas las cosas que él nos regala día tras día. Estamos llamadas alabar Su nombre y es un mandato el darle las gracias.
Cuantas veces nos hemos visto aclamando artistas en grandes estadios, y a nuestro Dios, nuestro hacedor nos cuesta trabajo ofrecerle un clamor honesto y lleno de júbilo. El saber que él es Dios va mas allá de conocer el dato de manera intelectual. Debo reconocerlo, experimentarlo, y estar completamente segura de que El es Dios. Nuestro Dios es el único y verdadero. Es un Dios que no cambia. Que lo que ha prometido lo cumple. Es un Dios de pactos. El fue quien me formó en el vientre de mi madre. Por él soy y existo. Me ha guardado, me ha cuidado, me ha sostenido, me ha ayudado. Me guía por sendas de justicia. A su lado nada ha de faltarme. Es mi buen pastor.
Dios es completamente santo, totalmente bueno. Es el perfecto ejemplo de bondad, es la fuente de misericordia. Es fiel con su pueblo. El ha prometido no dejarnos ni abandonarnos; confiemos en sus promesas. Su fidelidad es eterna.
Todo el mundo se postrará delante de Dios. Mi adoración a Dios debe ser alegre; agradecida de lo que El es, mas de lo que El me ha dado. Me rescató del lodo, de una vida sin propósito, de la maldad de mi corazón. Razones me sobran para bendecir su nombre. Sus promesas fortalecen mi fe, me infunden aliento y esperanza. Siempre que miro mi condición pecadora hay una parte de mi que se entristece de tanta infidelidad a Dios; pero igualmente me regocijo en Dios mi salvador. Al conocer, día a día, sus bondades y su misericordia no puedo parar de alabarlo. El es mi consuelo. El es mi refugio.
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