La mayoría de nosotras somos bien detallistas con la limpieza de nuestros hogares, o nuestra habitación, o cualquier cosa que nos pertenezca. Limpiamos y limpiamos hasta que esté todo brillante y reluciente- generalmente le ponemos más empeño a la limpieza de las cosas que nos gustan más o que nos costaron más. Aquellas que les gusta cocinar seguro que se pasan horas dejando sus ollas como nuevas, y la estufa como un espejo. Así mismo, y mejor, Dios se encarga de limpiarnos y purificarnos cuando venimos a El.
La purificación de nuestra alma no es un evento, no es un solo día. Es continuo. Y requiere que participemos de él activamente. Cada día, cuando entro en Su presencia, Dios me limpia, me lava, me purifica, por el poder de Su Palabra. A Dios le interesa que Sus hjos muestren al mundo el poder de Su amor y Su Palabra a través de nuestra purificación. Dios quiere que nuestra vida lo refleje a El, un Dios tres veces Santo! Nuestra vida, en la práctica, debe oler a Dios.
Todas las normas que tenía que cumplir el Sacerdote en el AT para entrar al lugar Santísimo, nos recuerden el Dios de detalles que tenemos y lo exigente que es para lograr tener una comunión con El. Pero, no es por nuestros méritos, ya es a través de Jesus (perfecto, santo, y sin pecado) que hemos vuelto a tener una relación con nuestro Dios.
Pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharos. Isaias 59:2
Cada día, en mi tiempo devocional con Dios, encuentro perdón, gracia, y misericordia para restablecer mi relación con El día a día. Aquí una alabanza:
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