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martes, 4 de enero de 2011

STOP!


“¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?” (Santiago 3:11)

¿Cómo es que puedo bendecir a mi esposo y a los demás, y con esa misma boca los maldigo?

¿Cómo es que puedo alabar a Dios y también me he visto cuestionando su obrar?

¿Cómo es posible que todos los domingos lo adoro junto a Su Iglesia y en la semana he tarareado canciones que no le honran?

Aquí en Santiago se nos advierte sobre la maldad de una lengua desenfrenada. Creo que la mayoría de nosotras, para no decir todas, necesitamos constantemente ponerle freno a nuestra lengua y seguro a nuestra boca. Es uno de los mayores males y que puede traer consecuencias desastrosas en nuestras relaciones.

Hemos sabido de miles de problemas por culpa de una lengua desenfrenada, desde problemas entre las naciones hasta familiares. Sabemos que NO es Dios quien actúa detrás de una lengua que esta obrando de manera pecaminosa, y si no es Dios detrás de esto entonces es Satanás. No podemos dejarnos dominar por las fuerzas del mal cada vez que abrimos nuestra boca para maldecir, chismear, criticar, abochornar, burlarnos y usar sarcasmos…Le pertenecemos a Dios! El nos puede ayudar, pidámosle su asistencia y con el poder de Su gracia nuestra lengua puede ser refrenada.

Sabemos que el refrenar nuestra lengua es algo muy difícil para nosotras. Pero pongámosle caso, concentrémonos y pidámosle a Dios su discernimiento para filtrar en nuestra mente lo que vamos a expresar; y que la ira ni el pecado tome control de la lengua. Mientras nos vamos poniendo mas viejas, se vuelve peor. Se vuelve un habito difícil de cambiar. Vuelvo y me pegunto ¿por qué es que he podido adorar la perfección y la santidad de Dios, y en otro momento, me he visto condenando a otros si no hacen las cosas como yo?

Dios, te pido coherencia en mi vida, coherencia en mi lengua. Santifica mi corazón para que de ahí salga un hablar edificante y piadoso. Ayúdame a ser de testimonio con mi hablar, dentro y fuera de mi casa. Nadie espera de un cristiano maldiciones, mentiras, chismes e improperios de nuestras bocas. Solo con tu ayuda podemos refrenar debidamente nuestras lenguas. Es por tu gracia y a través de la obediencia que lograremos bendecir en vez de maldecir y ser coherentes, tanto en nuestro hablar y en nuestro accionar. Gracias Dios!

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